viernes, 25 de noviembre de 2011

EL SOL ESTÁ TRISTE

Hoy se celebra el día mundial contra la violencia de género. Hoy nos bombardearán con un sinfín de estadísticas; con unos números que siguen aumentando año tras año, y que desgraciadamente acaban siendo solo eso, números. Hoy se hablará de maltratadas y de maltratadores, hombres y mujeres enfrentados entre sí; pero se acordarán de las verdaderas víctimas: los hijos. Estos son las verdaderas víctimas de todo este tinglado, de acusaciones, de peleas, de agresiones, de muertes.
Y por ellos, por esos hijos que ven con tristeza como su pequeño mundo se desmorona, sin que nadie haga nada por solucionarlo, os voy a contar una pequeña historia, una historia que yo titulado El sol está triste.
Cruzan la calle, una mujer con su pequeña hija, cogidas de la mano. Caminan despacio, la mujer con la mirada perdida, vacía, y con un semblante serio, la niña solo agarra la mano de su madre, no tienen prisa. Parece cansada. Se paran ante la puerta de una comisaría.
“Buenas tardes, ¿qué desean?”, les dice un policía.
“Mi marido me ha pegado”, contesta la triste mujer mientras mira a su pequeña hija.
“Si, suban hasta la primera planta y allí les atienden”, responde el policía.
“Gracias”, dice la triste mujer con su hija aferrada a su mano.
El policía se dirige hacía su garita, descuelga el teléfono mientras ve a madre e hija dirigirse hacía la escalera, marca un número, habla brevemente y cuelga.
“Buenas tardes”, el policía que les recibe ya no pregunta, sabe a lo que van.
“Buenas tardes”, contesta la triste mujer.
“Hola, ¿cómo te llamas?”, pregunta el policía a la niña tratando de ser amable.
La niña no contesta, agacha la cabeza y la hunde en su pequeño pecho, mientras agarra con fuerza la mano de su madre.
“Se llama Daniela”, responde la madre por ella.
“Tienes un nombre muy bonito, Daniela, te quedas aquí un poquito que tengo que hablar con tu mamá”, le dice el policía.
“Mamá, no me dejes sola, tengo miedo”, dice la niña entre sollozos.
Pero su madre la tiene que dejar sola; es mejor que no oiga lo que su madre va a contar, aunque es posible que la pequeña haya sufrido todo eso. Acude otro policía y se sienta al lado de la niña, la mira sin decir nada; espera a que la pequeña deje de sollozar, le ofrece una galleta y la niña hace como que no la ve.
“¿Cómo te llamas?, yo me llamo Manuel”, dice a la niña el policía.
Tiene el gesto amargo, no contesta; pasa otro policía y le acaricia sus tirabuzones; la niña sonríe un poco, solo un poco, pero suficiente para que sus gestos se dulcifiquen, para que se olvide un momento de donde esta; cada poco pasa alguien, otros policías, miran a la niña y sonríen.
“Me llamo Daniela, tengo cinco años”, le dice a una policía que acaba de llegar con un papel y unas pinturas.
¿Me haces un dibujo?, le pregunta la policía.
"¿Cómo te llamas?", pregunta la niña.
“Yo Lucía”.
La pequeña Daniela se pone a garabatear sobre el papel.
"¿Se llevaron a mi papá? ¿dónde está?", preguntó la niña.
Se abre la puerta y sale su madre….”mamá” grita la niña mientras se arroja a sus brazos.
“Gracias, diles adiós Daniela”, dice la triste mujer, mientras esboza una triste sonrisa.
“Adiós”, contesta rápido la pequeña.
“¿No te llevas el dibujo?”, le dice Lucia, la policía.
“Es para tí, te lo regalo”, contesta la pequeña Daniela.
Y los policías ven alejarse a la madre con su hija, sabiendo que no han arreglado su problema y que es posible que vuelvan a encontrarse.
Miran ahora el dibujo que les dejó Daniela, y reparan en un detalle que les llena de tristeza, el sol. El sol que la niña pintó está triste; ellos ahora sienten más pena por la pequeña.
Mañana saldrá el sol pero seguirán recordando el sol de Daniela.

13 comentarios:

Celina dijo...

Qué duro, y lo peor de todo es que es la pura realidad para muchos niños y niñas. Cuánto nos queda por avanzar en cuestiones como ésta.

Halfon dijo...

Terrible, desde luego ellos suelen ser espectadores aterrados que sufren en silencio y muchas veces no son tenidos en cuenta.

Unknown dijo...

Puedo decir por experiencias cercanas que es muy duro dejar a alguien irse a su casa sabiendo que en cualquier momento puede volver a sufrir el maltrato o algo peor. Y todavía más duro soltar y dejar ir al que sabes que las volverá a cometer.
Necesitamos que el que levanta la mano tenga miedo de la consecuencia de sus actos y no se atreva a hacerlo.
Quizás unas leyes más duras ?

Abe dijo...

Lo que hayas visto tú ya en tu trabajo no quiero ni pensarlo. Me reconforta pensar que esos niños se encuentran contigo y con tus compañeros en esos momentos, gracias. Y espero que algún día me puedas contar que hace tanto, tanto que no os pintan dibujos que ni te acuerdas de la última vez... Ya sabes yo siempre queriendo "salvar al mundo" ;-)
Un saludo.

Alex dijo...

De cosas horribles a veces se pueden escribir cosas preciosas

Miguel dijo...

Otra sinrazón más. Que una mujer o un niño tenga miedo en su casa es una atrocidad.

Tábita dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tábita dijo...

La madre hace acopio de valor y denuncia, y después ¿como mirará a su niña y la explicará que no sabe qué más hacer?... No puedo escribir más me paraliza el dolor de esa niña- Besos

maria dijo...

No es fácil escribir algo después de leer esto sin que se caiga alguna lágrima, esperando siempre buscar alguna solución contra este tema tan delicado.
A veces no hace falta que haya maltrato físico, simplemente la falta de respeto entre dos adultos puede hacer que un niño dibuje ese mismo sol.
No dejemos que eso pase, cada uno en la medida de lo que esté a su
alcance

Espíritu González dijo...

soy policía y me has emocionado Saturnino, me has hecho recordar historias parecidas y me entristece porque son muchas...

fernando dijo...

Pues me he emocionado, porque es la cruda realidad, espero que algún día el mundo sea mas justo, y no ocurran cosas de estas.

EDUARDO dijo...

Por desgracia hay gente así por el mundo, no se si por falta de educación o por genetica. Espero que poco a poco y entre todos vayamos haciendo un mundo mejor.

Tecolinha dijo...

Todos podemos hacer algo, aunque sea un pequeño gesto, una respuesta, una denuncia... y no hablo sólo de los casos más visibles de violencia, los más evidentes... en esos es fácil reparar, por desgracia. Hablo de los actos de machismo que no son tan fáciles de ver, que están teñidos de "normalidad", que parecen inocentes pero que esconden una de las lacras que hemos heredado generación tras generación.