lunes, 31 de diciembre de 2012

31/12/2012


“Haz las paces con tu pasado para que no arruine el presente” de Regina Brett.

Llegó el momento de decir adiós a otro año. Sentado ante el ordenador, dejo que sus historias pasen ante mí caprichosamente, para que sean ellas las que elijan por mí esos mejores “momentos”. Muchos son los vividos este año, y muchos los que ocupan un lugar especial entre mis recuerdos, pero en estos tiempos…tan convulsos me quedo con los “gestos sencillos” que han llenado mi corazón: Solidaridad y Amistad.
Por eso, por un gesto solidario, en esta ocasión, no voy a elegir la mejor carrera del 2012, porque la elección no es una carrera, es simplemente un gran gesto: “A Santiago contra el cáncer 2012”, con salida en León el día 29 de junio y llegada a Santiago de Compostela el día 01 de julio.
(Amelia, Pilar y Alfonso: Mis compañeros de relevo, que me lo hicieron todo más fácil)
Elegir el momento especial ha sido fácil. Me quedo con la entrada en la Plaza del Obradoiro del grupo de “A Santiago contra el cáncer 2012”, con la alegría y emotividad que reflejaban sus rostros.
(El Gran Grupo Humano en la Plaza del Obradoiro)
La elección de las mejores imágenes están amparadas en la Amistad, en el sincero agradecimiento a esos amigos que no dudaron en sumarse a una de mis aventuras con tal de no dejarme solo, por eso están los recuerdos de los grandes retos de este año: Mapoma, Aquilianos, Zaragoza y Lisboa.
(con mi amigo Ángel. Sin él Mapoma no sería lo mismo)
(En Aquilianos con mi hermano, con Ángeles, Sonia, Elena y Julio)
(con Abe en Zaragoza. El gran amigo que primero dice Si y después pregunta A qué)
(con Gustavo y Abe sonriendo en Lisboa)
 Para terminar este pequeño repaso, agradecer a todos los amigos, que durante este año, habéis compartido vuestro tiempo conmigo. Hasta siempre 2012.

sábado, 22 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD




Navidad
es tiempo de Alegría
de invitación al reencuentro,
a la esperanza y la ilusión
de un Año de Paz y Felicidad.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Maratona Lisboa 2012


(Buen rollo antes de la salida)

Lisboa. Tres amigos: Gustavo, Abe y el que os quiere contar la historia. Llegó la hora. Maratón de Lisboa, o Maratona como aquí le llaman. Me despido de Ángeles, sin palabras, con un beso, con una sonrisa que lo dice todo. Los tres nos confundimos en el pequeño tumulto de la salida. Gustavo pronto nos deja buscando las primeras filas. “Suerte”, nos decimos. Yo junto a Abe, cada uno con sus pensamientos, con sus pretensiones, quizás con sus dudas. Sin miedo. Esta situación no es nueva para nosotros. Hemos compartido kilómetros de emoción en muchas ocasiones; pero hoy es diferente, queremos, o quiero, correr juntos los cuarenta y dos kilómetros y cruzar la meta por debajo de 4h15m. Doy pequeños saltos, respiro hondo, sonrío. Miles de emociones recorren mi cuerpo. Miro a mi amigo. Silencios. Soledades. Suenan gritos. Saludo a los leoneses del “León corre”, muchos de ellos debutantes en estas lides y hoy vestidos para la ocasión de “Espartanos”. Poco a poco el ambiente se caldea, la risa fácil da paso al estrépito de la salida. La gente se viene arriba. Alborotados empezamos a correr, sin prisas, el camino es largo. Las ideas las tengo clarísimas; he visto pasar en mi cabeza esta carrera una y otra vez. Troto al lado de Abe. Distraigo sus pasos con charlas entrecortadas. Miro de reojo el reloj, no quiero que el ritmo se nos vaya. Los toboganes, suaves sube y baja, van calentando el cuerpo. Las piernas empiezan a responder al esfuerzo del correr fácil. Dejamos que los kilómetros pasen sin cometer el pecado del principiante: la euforia.
(Gustavo volando por la plaza del Comercio)
Kilómetro 5. Sonreímos a Ángeles. Otro rápido vistazo al crono. Seguimos corriendo con el sueño intacto. Vuelvo la cabeza y miro a lo lejos. Ella sigue, impasible, nuestra marcha. Silencio. Soledades. Qué triste. ¡Qué triste! esas orillas silenciosas; esas aceras vacías en las que nadie se asoma a vernos a pasar. Ante nosotros el verde del José Alvalade, campo del Sporting de Lisboa; el contraste de los verdes de esperanza. “Vamos rápidos”, le digo. Seguimos con nuestra charla, repasando el pasado y pensando en el futuro.
Kilómetro 10. Rodeado de los corredores que pronto se enfrentarán a esa distancia. Qué triste. ¡Qué triste! pasar sin un aplauso. Seguimos corriendo con el silencio y la indiferencia como premio a nuestro esfuerzo. No nos importa, el sueño es nuestro. Estadio da Luz, campo del Benfica, otro teatro de sueños. Vamos camino de lo más fácil de la carrera. Terreno de bajada hacia el mar. Otra mirada al crono: “Vamos rápidos”. Kilómetro 15. Voy bien, pero eso hoy no me preocupa. Sé hasta dónde llegan mis fuerzas. No quiero pensar en dudas. Bajamos suavemente hacia lo conocido de la ciudad, a esas calles pateadas estos días una y otra vez. Plaza Libertadores. “¿Qué tal?” pregunto. “Bien”. Plaza del Rossio. Calles ancladas en la decadencia de un pasado glorioso. Plaza del Comercio. La alegría de ver a Ángeles acelera mis pasos.
(En la plaza del Comercio)
Kilómetro 20. Llego el momento del ritmo monótono, de correr los kilómetros de la desidia. “Me he atrancado, no me encuentro bien” me dice Abe. Me gustaría parar el tiempo. “No pasa nada, llevamos margen, venga, recuperamos”. Silencio. Bajo el ritmo. Repaso lo mucho que queda. No quiero rendirme, ni que se rinda. Se vienen a mí las dudas. “Vamos, tranquilo, cogemos el ritmo”. “Tira no voy”. Cruzamos la Media. Casi siete minutos por debajo del objetivo. Hecho cuentas. Tenemos margen. Calculo el ritmo. “Vamos, vamos”. La ilusión empieza a romperse, y al fin, se cae el sueño. “Vete Satur, que no voy bien”. No puedo forzarle a una compañía que sé que agobia. Le libero de mi presencia, de la exigencia de un ritmo de sufrimiento. Triste, dejo a mi amigo.
Kilómetro 23´800. Empiezo otra carrera. Doy alcance a dos “Espartanos”. Compartimos unos kilómetros. De vez en cuando miro hacia atrás, y miro buscando, pero solo encuentro silencio y soledad. No me apetece correr en compañía y me voy en busca de lo único que ahora me puede motivar: Dar alcance al globo de las cuatro horas. Paso casi de puntillas, distraído, frente al monasterio de Los Jerónimos y del Monumento a los Descubridores, de la Torre de Belém, que anuncia el regreso. Giro de 180º que me permitirá ver a Abe. “Si no le saco mucha distancia le espero”. Ahí viene. Sonríe. Ochocientos metros, calculo rápidamente. Dudo. Y sigo. Es lo mejor para él. Procuro no pensar. Un avión que vuela. Un grito lejano. El puente por el que llegué a Lisboa. Casas de fachadas descoloridas, otras con los azulejos ajados por el paso del tiempo. Nostalgia de otras épocas.
(Segundo pase por la plaza del Comercio)
Kilómetro 35. Los kilómetros de la monotonía llegan a su fin. Alcanzo, de nuevo, la Plaza del Comercio. A lo lejos distingo a Ángeles y ella seguro que ya ha descubierto mi solitario caminar. “¿Qué tal?” me pregunta nada más que tiene ocasión. “Bien” contesto. “¿Y Abe?”. “Viene detrás. “Espérale seis o siete minutos”. “No me dará tiempo a verte en meta”. “No importa, espera”. Sigo creyendo en el final pensado; si desde que le dejé sólo ha perdido ese tiempo puede estar. Calles lisboetas solitarias de ánimos. Plaza del Rossio. Últimos kilómetros de subida. Una campana lejana rompe el trote silencioso. La Avenida Almirente Reis convertida en una larga cuesta de castigo. Kilómetro 41. Los familiares de los corredores empiezan a hacerse notar con sus aplausos y gritos de apoyo. Tras el penúltimo giro veo a los míos. Ángeles aún no ha llegado. “Vamos Satur” gritan al unísono Tábita, Noira y Elba, y Raquel y la pequeña Raquel, Gustavo corre unos metros conmigo mientras me pregunta “¿Y Abe?”. “Viene detrás”. Entro solo en el estadio. Un estadio de gradas vacías y meta desangelada. Cruzo la meta lleno de sensaciones encontradas. No ha sido la maratona que yo había imaginado, pero quiero que la alegría pese más que la pena.
Con la medalla golpeando mi pecho ya solo me queda esperar la llegada de mi gran amigo Abe. Van llegando los “Espartanos” del “León Corre” con una gran sonrisa reflejada en su cara. No podría ser de otra manera. El tiempo pasa y me estoy quedando frio, así que me despido de los nuevos maratonianos para ir a recoger mi mochila.

(Abe y la "Espartana" llegando a meta)

Abandono el estadio en busca de mi gente y de Ángeles, cuando veo que llega Abe acompañado de una “Espartana”. Ahora ya podemos disfrutar los tres por igual. Me abrazo a Ángeles y con un beso recobramos la tranquilidad.
(Los tres vencedores de la Maratona)
Y esta, ha sido parte de mi historia en la Maratona de Lisboa.

lunes, 3 de diciembre de 2012

A RITMO DE FADO

“Nadie llegó a la cumbre acompañado del miedo” de Publio Siro.
La música calma mi alma y relaja un cuerpo cansado que busca el fin de una larga temporada. A Dios gracias el maratón, además de con las piernas, se corre con la cabeza y el corazón. Me dicen: “Tienes el ritmo del maratón en las piernas”. Y yo les digo: “Tengo el maratón en la cabeza”. No me resulta fácil correr un maratón, quizás por eso al cruzar la meta soy todo sentimientos.
El viaje hacia Lisboa está siendo raro. Es el primer maratón en el que camino sin un plan. Esta semana tres días de entrenamiento. El martes, día 27, una salida de 5 km. con la compañía de mi hijo. A ritmo de charla.
El jueves, entrenamiento un poquito más largo, 5.800 km. El ritmo poco más o menos. Sin tirar cohetes. Tampoco hace falta. Los dejo para Lisboa
El domingo, día 01, tocaba la tirada larga. Esta sí. Veinte kilómetros, con los ríos Bernesga y Torio de testigos, y pensando en el ritmo de mi amigo. La verdad me hace ilusión cruzar esa meta con él.
Ahora a preparar el viaje. Esto por aquí y aquello por allá. Llenando poco a poco la maleta. Que no se olvide nada.