martes, 19 de julio de 2016

IV LA REINA TRAIL: MI HISTORIA


Boca de Huergano. Un entorno hecho para la contemplación. La belleza de esas montañas peladas en toda su altura. No llegaremos hasta allí, no pisaremos esas moles de piedra. A Dios gracias, pienso. El contraste del gris de la piedra con el verde de sus praderas. Todo casi listo para empezar mi particular Reina Trail. Cafés y saludos compartidos. Fotos. Y ese otro minuto de silencio por "Logi"; el domingo fue en Cistierna, hoy a los pies de sus montañas. Más emotivo si cabe. Otra cuenta atrás. Y el aquí y ahora. Es el momento.
Correr al trote, para pronto caminar, y salvar ese primer repecho. Corto, pero repecho. Y correr, y empezar a disfrutar de la pista, de la sombra que nos regala sus robles, sus pinos. De la fina hierba que golpea nuestras piernas. Ya vendrán tiempos más duros. Lo sabemos. Hoy, el sol nos va a arrear de lo lindo. Aprovechamos el terreno favorable para recrearnos en el trote, en la charla del pequeño grupeto. Llegamos al primer avituallamiento, a Villafrea de la Reina, casi sin darnos cuenta. Aplausos y palabras de ánimos. Hasta aquí ha sido fácil. Recargamos nuestras reservas de agua y continuamos la marcheta. Abandonamos las últimas casas del pueblo, y encaramos un estrecho sendero cubierto de todo tipo de ramas y ramajes, que golpean nuestros cuerpos. El recorrido ahora no es fácil, y lo que se presenta ante nuestros ojos, cuando salimos del entramado, tampoco. La senda gira y se levanta hacia el cielo. Los pasos se acortan; la respira se agita; el sudor llena todo mi cuerpo, resbala por mi frente y cae sobre la hierba. Me detengo un instante a coger aire. Mi compañera, María Jesús, por delante. La cuesta se me hace dura, y más cuando el sol cae sin piedad, un castigo que no es capaz de mitigar la suave brisa que nos recibe en el alto. Aire y sol, para continuar sobre un terreno que pensamos más favorable. Dejamos atrás el tramo que delimita el “pastor”, y encaminamos nuestras zancadas, cuesta abajo, en dirección a Barniedo de la Reina, al segundo avituallamiento. Sus calles casi desiertas, algún vecino a la puerta de su casa, acompaña nuestros pasos con su mirada. Breve parada y vuelta al trote y al caminar. En fila india buscamos la segunda ascensión. Otra vez tranquilidad. Paso corto y hacia arriba. A medida que se sube, las vistas son más espectaculares. Cuando apenas quedan unos metros para llegar a la cima, echo la mirada atrás para disfrutar de una panorámica privilegiada. Estoy rodeado de belleza. Quizás, antes de seguir caminando, sea el momento de pensar que el esfuerzo ha merecido la pena. Y realmente lo ha merecido, pero esto no ha terminado, aún nos queda y el cansancio no lo hará fácil. Llegamos a Isabel, y ya los tres juntos hasta el final. Andar para arriba y trotar para abajo, o dejarnos caer, que viene a ser lo mismo. Bebemos y comemos, y hablamos, o habla, con ese ternero que sale a nuestro encuentro. “Hola ternerito, ¿qué haces?, vete con tu mamá”. Qué pensará. Mejor no saberlo. Conversaciones que pueden ser fruto del cansancio, del aburrimiento, o de hablar para que todo pase más deprisa. La fatiga ya hace tiempo que se adueño del cuerpo. Los kilómetros siguen pasando, pero se hace largo el transitar hasta llegar a ese tercer avituallamiento, donde agradecemos el parar un poco más de la cuenta. Con ánimo renovado continuamos la marcha. Por delante solo seis kilómetros. Hace unas horas pasamos por aquí, y volvemos para rematar la faena. Continuamos con paso cansino, y con ese paso miramos esa fuente de la que brota agua fresca, y en la que nos gustaría meter cuerpo y alma. Trotamos o seguimos dejándonos caer. Un giro, unas pisadas despistadas. Perdidos. Perdidos en un entramado de ramas y troncos. Perdidos en el tiempo del monte. “Por aquí  no es”. Volvemos y volvemos mal. Y vuelta a retomar el buen camino.
Ya, ¡por fin!, desde lo alto vemos Boca de Huergano, el arco de meta, al que me lleva ese camino que ha ido recogiendo, en un goteo constante, el pequeño torrente de corredores que nos ha precedido. Nos dejamos ir, para entrar en el pueblo, para cruzar esa ansiada meta. ¡Se acabó!. Volvemos a la calma. A reencontrarnos con los nuestros. 

No quiero terminar esta pequeña historia, sin agradecer a José Manuel, cabeza visible de la organización, por lo que para mí, ha sido una carrera bien organizada. Fallos, alguno habrá habido, seguro, y seguro que él habrá tomado buena nota de ellos y de las sugerencias que le habrán hecho llegar. ¡Enhorabuena amigo!.

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